Estamos en la era de la información, y por ello, tenemos acceso a una cantidad abrumante. La ventaja es que: nos permite acceder al conocimiento, nos permite contrastar ideas, crear un criterio buscando imparcialidad, en definitiva, nos proporciona autonomía. La desventaja: el exceso de información puede contribuir a la pérdida de control y objetividad, y más aún cuando nos afecta personalmente. Atendiendo a los resultados, la sobreinformación es igual a la desinformación.
Por ello es importante que, por un lado, las fuentes de información sean seguras y actualizadas, y por otro, que sean adecuadas y aplicables a la situación en la que nos encontramos individualmente. Una información demasiado general puede hacer que nos quedemos a las puertas de lo que realmente necesitamos conocer.
Centrándonos en el ámbito sanitario, la Ley de Autonomía del Paciente sitúa al médico como garante de la información que recibe el paciente. Y es que, más allá del derecho, es el facultativo quien, de hecho, tiene conocimientos adecuados para ayudar al paciente a determinar su criterio, a autodeterminarse. Y esto es igual a decidir libremente.
El profesional sanitario como fuente de conocimiento, es quien tiene herramientas para responder las dudas de un paciente. Ahora bien, cada persona tiene unas necesidades, capacidades y prioridades, y por ello ha de prestarse atención a la información que se da y la forma en que se da.
Lo ideal sería poder atender a cada persona partiendo de los aspectos de su personalidad y su contexto cotidiano, para poder consensuar, médico-paciente, una aptitud terapéutica que se ajuste a sus valores y necesidades, y, que la decisión final tomada por el paciente sea libre y en ejercicio de su plena capacidad.
Llegados a este punto, hay que resaltar que la autonomía va muy ligada a la capacidad del que la pretende ejercer. La información y explicación, variará en función del nivel de comprensión del receptor. Es decir, un menor no tiene la misma comprensión que un adulto, pero sí tiene derecho a ser escuchado, a tener cierta autonomía, y esto se consigue adecuando y dándole las herramientas que se corresponden con su capacidad.
La comunicación es la base de la relación entre el facultativo y el paciente, y el consentimiento informado nace como una necesidad de garantizar que se ha producido una comunicación efectiva.
En Elconsentimiento.es hemos desarrollado un guion comprensible. Se trata de una guía que responde a preguntas concretas, basada en información científica y realizada por peritos médicos de cada especialidad. Una explicación accesible para personas con diferentes niveles de comprensión, sin obviar cuestiones relevantes. Es una forma de proporcionar información exacta, dando siempre la posibilidad al paciente de ampliar la información y comentarla con su facultativo o, por el contrario, rehusar ser informado. Pero siempre, garantizando el acceso a unos mínimos que estén a su disposición.
Estos mínimos de información pasan por comunicar la patología (o sospechas si procede) y exponer el tratamiento (o prueba diagnóstica), describir brevemente como se realiza y comentar el objetivo que se pretende con la intervención.
A continuación, comentar los pros y contras, qué beneficios tiene la intervención y qué riesgos debe asumir el paciente si finalmente se va a someter. Este factor es importante en tanto que es determinante, y por ello, es preferible hacer una clasificación entre aquellos riesgos más frecuentes (y su gravedad) y aquellos más remotos. Y finalmente, poner en la ecuación las alternativas, para que el paciente pueda evaluar la situación con una visión completa. En este sentido, mencionar qué ocurre si no se sometiera a la intervención.
Finalmente es interesante comentar otra información relevante, contraindicaciones, pautas sobre cómo será el postoperatorio, etc.
De esta manera se garantiza la autonomía de una persona y en el momento en que desea ejercitar esa parcela de individualidad, el entorno está preparado para facilitárselo.
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